¿Autosuficiente o necesitada de ayuda?

Jesús dijo, "Fuera de mí nada pueden hacer." A veces me cuesta vivir esta realidad y no es hasta que llego al final de mis capacidades, habilidades y recursos que recurro a la ayuda indispensable que el Señor me quiere dar desde un principio. Es cuando se termina mi soga que clamo al Señor. Ya no es una oración. Es un clamor.

He tenido innumerables momentos donde se hizo muy real para mí que nada puedo hacer fuera de Cristo. Qué esperanzador aquel pasaje de Filipenses que nos recuerda que a su vez, todo lo podemos en Cristo que nos fortalece.

En este tiempo de volver a comenzar con un bebé mi necesidad de ayuda se hizo muy evidente...


El embarazo suele "hacerse largo" para mí. Descansar en los tiempos de Dios para formar un bebé y esperar el momento preciso para su nacimiento nunca me fue fácil. Ninguno de mis hijos había nacido en la fecha probable de parto: 3 de ellos después de la semana 42 y uno de ellos en la semana 38. Esperar siempre me costó. En este embarazo, en la semana 38, tuve una pequeña complicación producto del embarazo que me generó aún más ansiedad alrededor del nacimiento del bebé. Además estaba con mucho dolor y obligada a quedarme quieta. ¿Cuándo iba a nacer? ¿Era conveniente realizar un procedimiento quirúrgico antes del parto? ¿Faltaba mucho? ¿Convenía esperar? ¡Que tentador se veía el prospecto de una cesárea en ese momento! No porque fuera necesaria sino porque ponía fecha y hora al nacimiento y contrastaba con la incertidumbre del inicio del parto. Era tentadora la idea de sentir que "controlaba" una situación... Sabiendo que era una muy mala idea, la descarté e hice lo que hago cuando ya no puedo hacer nada, oré, pedí a otros que oraran y me encomendé al cuidado del Señor.

El Señor me habló muchas veces a través de su Palabra. Leí,

Y este otro, Isaías 60:22b "Yo soy el Señor; cuando llegue el momento, actuaré sin demora." Que regalo escuchar Sus palabras que me llenaron de paz y esperanza.

El Señor me ayudó a esperar. Me ayudó a dar a luz. Me ayudó a recuperarme. 

A la semana de nacer, llevamos a Felipe a su control pediátrico. Había perdido un poco más de peso del habitual y la pediatra se veía un preocupada. Yo me preocupé también. Comencé con mis preguntas... ¿Podría amamantar a este bebé? ¿Crecería bien? ¿Debería darle un suplemento de mamadera? Y una vez más el Señor me ayudó con sus palabras de ánimo:

Isaías 66:11 "Porque ustedes serán amamantados y saciados, y hallarán consuelo en sus pechos; beberán hasta saciarse, y se deleitarán en sus henchidos senos."

Isaías 66:14 "Cuando ustedes vean esto, se regocijará su corazón, y su cuerpo florecerá como la hierba."

El Creador de la familia, diseñó el amamantamiento no solo para nutrir el cuerpo y que este florezca, sino para que el bebé se sacie, halle consuelo y se deleite. Qué bueno recordar esto y disfrutar de la lactancia. El Señor me ayudó y Felipe crece bien, su cuerpo floreció.

Cuando las situaciones diarias hacen que los días se tornen complicados, El me recuerda:

¡Qué pasaje para una mamá! Lo pongo en dos versiones porque vale la pena recordarlo como mujer. Yo soy una de las recién paridas que el cuida y mis hijos son esos corderos que el recoge en sus brazos y lleva junto a su pecho cuando yo no puedo. ¡No me alcanzan las palabras para agradecer la ayuda de nuestro Dios amoroso!

El entiende nuestras necesidades y nos alimenta, nos lleva en brazos, nos mantiene cerca de su corazón y nos guía con delicadeza. ¡Que pena perdernos de este cuidado por ser autosuficientes!

¿Cómo me defino entonces? ¿Cómo autosuficiente o necesitada de ayuda? El mundo nos dice todo el tiempo, "¡Vos podés!", "Si puedes soñarlo, puedes hacerlo." Y a veces podemos creer que es así... Que bueno vivir situaciones de vida que nos recuerdan que nada podemos hacer fuera de Cristo. Que nos llevan a clamar, a compartir con otros nuestros motivos de oración. Qué bueno mostrarnos a otros como necesitadas de ayuda y pedir que oren por nosotras. La palabra de Dios lo repite más de una vez, en este pasaje con mucha claridad:

Pero nosotros no somos capaces de hacer algo por nosotros mismos; es Dios quien nos da la capacidad de hacerlo. 2 Corintios 3:5 (TLA)

Escuché a Daniel Divano decir, "La oración es el testimonio de nuestra incapacidad. Tenemos que orar porque Dios es capaz."

Dios es nuestra ayuda indispensable para la vida. Jesús se acercó a nosotros y El mismo nos dijo, "Esperen la promesa del Padre". Jesús nos dijo, "Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho. La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni acobarden." Juan 14:26-27. 

Les recordó a los primeros discípulos, "Cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos." ¿No es asombroso que la ayuda de Dios en nuestras vidas, su Espíritu Santo, sea llamado Consolador? Las situaciones que nos recuerdan que necesitamos ayuda suelen venir acompañadas de ansiedad, temor, preocupación. El Señor nos ayuda cambiando todo eso por paz y consuelo. Aunque la situación no cambie, nos ayuda a vivirla.

¿Será por disfrutar de esta ayuda que Santiago escribió, "Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas"? ¿Será que cuando la vida viene fácil tendemos a la independencia y a creer que podemos solas? 

Es mi oración que en nuestro diario vivir sepamos que no somos autosuficientes en ninguna situación, que dependamos de Dios y disfrutemos de la ayuda que El es para nosotras.