miércoles, 7 de diciembre de 2016

¿Sobrevaloramos la Comodidad?

¿Cuanto trabajamos para mejorar nuestros niveles de comodidad? ¿Los niveles de comodidad de nuestros hijos? ¿Será que mucho de nuestro crecimiento económico busca como resultado una vida más cómoda: una casa cómoda, medios de transporte cómodos, zapatillas cómodas, etc.?



Me pregunto que tan valiosa es la comodidad... Ciertamente nos produce placer. Pero, ¿A qué costo?

Les preguntaba a los chicos que les producía a ellos el estar cómodos.

Lo primero que contestaron fue que les generaba ganas de quedarse donde están. ¡Que cierto es esto! Si estamos cómodos no nos queremos mover, nos cuesta tomar la iniciativa para hacer algo. Cuántas veces escuché hablar de la importancia de salir de nuestra zona de confort para poder crecer. Y es cierto, si estamos cómodos, tendemos a quedarnos ahí, en nuestra zona de comodidad.

A su vez nos hace improductivos. Generamos poco estando cómodos. Hace más difícil que pensemos en otros. Cuesta renunciar la comodidad en pos del servicio...

Y finalmente... nos adormece. Un lugar cómodo, calentito, comfortable es el lugar ideal para quedarnos dormidos.

Cuando un maestro de la ley se acercó a Jesús para decirle que lo seguiría donde quiera que fuera, Jesús le recordó que las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos pero el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza. (Mateo 8:19-21) ¡Que buen recordatorio para nosotros, que hoy también buscamos seguirlo! Jesús ciertamente no vivió una vida de mucho confort... Juan el Bautista tampoco... vivió en el desierto, su vestimenta y alimento eran simples...

¿Será que la mucha comodidad entorpece nuestro seguir a Cristo? ¿Nuestro crecimiento espiritual? ¿La comodidad nos hará menos propensos a servir a otros? ¿Será que nos hace más improductivos?

De todos los efectos de la comodidad, el que más me preocupa en estos tiempos es el adormecimiento. Recuerdo la parábola de Jesús respecto de las diez vírgenes: cinco prudentes que tenían aceite y cinco imprudentes. Ahora bien, en esta parábola, a la llegada del novio, las diez estaban dormidas! Los discípulos también se durmieron en Getsemaní en lugar de velar y orar. El resultado: unas horas más tarde todos abandonaron a Jesús, Pedro lo negó tres veces! El estar dormidos es muy peligroso...

Y entonces me pregunto, ¿Cuánto les aporta realmente a nuestros hijos la comodidad que tanto buscamos darles? ¿No la estaremos sobrevalorando?

Solo pensaba en voz alta...




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