domingo, 18 de diciembre de 2016

Gracia: un Regalo Inmerecido


Este año nos tocó recibir un gran regalo de parte de Dios. Felipe, nuestro quinto hijo.

Quería compartir algunas cosas vividas ya que mucho de este embarazo fue muy distinto de los otros.

Fue un regalo sorpresa: no esperábamos tener otro hijo.
Los cuatro primeros embarazos fueron buscados, planeados. La llegada de Felipe vino sin plan alguno, sin esperarlo, sin buscarlo. Esto generó en toda la familia una alegría grande. También amplió no solo mi capacidad de adaptarme a una situación nueva, sino la de toda la familia.
Había compartido con una amiga la alegría de haber terminado la primera etapa de enseñanza de lectura con mi hijo menor. ¡Ya había regalado toda la parafernalia de cosas para bebés, la ropa de maternidad, los libros sobre embarazo, lactancia, etc!

Durante el mes de febrero comencé a sospechar que estaba embarazada. No queriendo ser ganada por la ansiedad, esperé unas semanas antes de hacer el evatest. ¡¡Dio positivo!! En ese momento, sin pensarlo demasiado, compartí la noticia con Cristian. Le di gracias a Dios por su alegría al recibir semejante sorpresa.


Pasaron unas semanas más y decidimos confirmar el embarazo con una ecografía. ¡Nos emocionamos al ver a un bebé ya formado! Cuando compartimos la noticia con nuestros otros cuatro hijos, de entre 14 y 7 años, vimos que quedaron atónitos. No lo podían creer. Literalmente. "¿En serio?", preguntaban. Todos estaban muy contentos con la noticia.

Fue un gran regalo: disfruté como nunca un embarazo.
A diferencia de otros embarazos que me encontraron a las corridas, trabajando fuera de casa, más cansada, cuidando de otros chicos pequeños, este me encontró tranquila, en casa y con la ayuda de cuatro hijos mayores. Disfrutamos varios viajes en familia durante este tiempo. Me impresionó el cambio que Dios obró en mí. Siempre había sostenido que la etapa de embarazo y lactancia no eran mis predilectas. Si bien había tenido cuatro embarazos y partos normales, me habían costado estas etapas. ¡Este embarazo lo disfruté tanto! Cada movimiento del bebé, saber que Dios lo estaba formando de manera única e irrepetible, aún las cosas difíciles fueron de gran bendición.


Fue un gran regalo: a pesar de mi edad, todo salió bien.
La otra diferencia es que estuve muy conciente durante todo el embarazo de que algo podía no salir bien. En los otros embarazos, siempre presupuse que todo iría bien. En este, por mi edad (43), viví cada buena noticia con mucha gratitud, no tomando por obvio que todo saldría bien. Y pensaba cuanto escuchamos que la salud, la vida y demás cosas son "derechos". En realidad son regalos.

Fue un gran regalo: viví el primer parto natural.
Los cuatro primeros partos fueron en el Hospital Austral, donde me atendieron muy bien. En los cuatro partos había recibido anestesia peridural y ocitocina por vía endovenosa.
Viviendo ahora en Córdoba, el único lugar cerca de casa para dar a luz era el Hospital Público de Santa Rosa, a unos 10km de casa. La anestesia peridural no era una posiblidad por lo que me predispuse a disfrutar de vivir el parto confiando en la ayuda de Dios.



Fue un gran regalo: disfruté ser parte del cuerpo de Cristo.
Las últimas dos semanas del embarazo y las primeras dos despúes de dar a luz estuve con dolor producto de una trombosis hemorroidal. Vivimos lejos de nuestra familia física. La familia espiritual se hizo presente en ayuda concreta durante ese tiempo: ayudando con los chicos, con la comida, etc.

Fue un gran regalo: vi el poder de la intercesión y de Dios obrando a través de la oración.
Las oraciones de hermanos en la fé cercanos y lejanos me sostuvieron durante el tiempo de dolor y reposo. ¡Y resultaron en un trabajo de parto milagroso!

Comencé con contracciones el 19 de diciembre a las 7:30 de la mañana. Una hora después tímidamente le conté a los chicos. Durante el desayuno me vi obligada a pararme durante las contracciones para mejorar el dolor. Después de una ducha, 9:30 salimos hacia el hospital. 10:29, después del segundo pujo, llegó Felipe. Doy gracias a Dios por la excelente atención médica que recibí.

Fue un gran regalo: lo puedo amamantar.
En cuanto nació lo pusieron en mi pecho y así como estaba se prendió. Después de bañarlo y vestirlo, lo seguí amamantando. Tres meses después puedo disfrutar el privilegio de nutrir a este hermoso bebé. Tenerlo cerca, verlo crecer.

Fue un gran regalo: la recuperación fue muy rápida.
Esa misma tarde después de dar a luz pude volver a casa. Compartir este regalo con la familia, con amigos, con la iglesia fue una alegría enorme.


Es un gran regalo: tenemos la oportunidad de aprender a cuidar de una vida juntos.
¿Puede algo ser más significativo de aprender? ¿No es un verdadero regalo que los cuatro hermanos más grandes puedan vivenciar el proceso de recibir, nutrir y cuidar de un bebé?

Los hijos son una bendición aún cuando no los planeamos. Un verdadero regalo de Dios.

Pensaba, en este tiempo de Navidad, que importante recordar que todos recibimos el mejor de los regalos, pura gracia, en forma de un niño, de un bebé. Regalo no merecido. Así es nuestro Dios. ¡A El sea toda la gloria!











No hay comentarios:

Publicar un comentario