lunes, 26 de diciembre de 2016

Aprendí de mi mamá...

Aprendí de mi mamá...

¡Tantas cosas! Sin embargo hay una que me queda grabada a fuego.

Ser mamá es algo lindo. Hermoso. Disfrutable. Valioso. 


Me lo dijo con palabras muchas veces. Me contó cómo había disfrutado escuchar la noticia de que estaba embarazada. Había sido una sorpresa. No esperaban tener más hijos. Con 38 años y con una trompa y un ovario menos, mi llegada fue una sorpresa. Pero una sorpresa tan linda. Me contó cómo se puso de contenta cuando se enteró que era una mujer. Lo lindo que había sido el parto. Cómo había llamado a medio mundo para compartir la noticia. Me contó lo buena que había sido de bebé, cómo la buscaba en las mañanas sin despertarla. Me contó cómo había disfrutado amamantarme. No tendría memoria de esos momentos de las primeras etapas de mi vida sino hubiera sido por lo que ella me contó.

Mi mamá, Corina, también era médica. Era una mujer energética. Tuvo trabajos desafiantes. Era capaz de hacer cosas muy variadas, desde cocinar, llevar a cabo proyectos de remodelación de la casa, coser, tejer, tocar la guitarra, generar ideas de trabajo originales, etc. Quizá no todas con gran detalle, pero si con una ejecución palpable. Mi mamá era mucho más que mi mamá. Era la esposa de papá, era médica y muchos otros roles que tuvo a lo largo de su vida.

Pero amaba ser mi mamá. Me amaba a mí. No tuve que competir con sus otros roles. No tenía que pelear para recibir su amor y atención. Yo lo podía percibir. Le gustaba estar conmigo. Le gustaba estar en familia. Le gustaba estar con mis amigas. Disfrutaba compartir sus pasiones conmigo. Su tiempo. Su energía. Le gustaba escucharme. Guardo incontables recuerdos de haber vivido de manera tangible su alegría y deleite de cumplir ese rol tan especial de ser mi mamá.

Yo crecí después de la revolución de la mujer. Mientras estudiaba en el colegio supe que quería ser médica como mis padres. Y así fue. Nunca pensé que quería ser esposa o mamá. Todas las decisiones en mi juventud parecían tener más que ver con mi carrera. Cuando me convertí, pensé en ser médica misionera. Pero nunca en ser esposa o mamá.

Cuando tenía 21 años mi mamá murió. Al poco tiempo me sorprendió ver que en los planes de Dios estaba que me casara. A mis 29 años llegó nuestra primer hija, Corina. Y ahí me di cuenta de que tan poca formación había recibido desde lo formal para ser mamá. Había recibido una educación excelente para tantas otras cosas pero para ser mamá... poco, casi nada.

Pero si recordé lo que aprendí de mi mamá. Esto de ser madre era algo lindo, hermoso, disfrutable. Y me predispuse a disfrutarlo. Y a compartir con mis hijos las cosas tan lindas que había compartido con mi mamá. A disfrutar la naturaleza. A vivir aventuras inolvidables en familia. A conocer, escuchar y disfrutar a mis hijos. A reír mucho. A abrir el corazón. A dar. A tener un hogar abierto. A recibir con alegría un hijo más.

En el libro de Tito, capítulo 2 dice que las ancianas deben enseñar a las jóvenes a amar a sus hijos.


En el idioma griego hay tres palabras para amor: ágape, fileo y eros.
El amor ágape es un amor que no depende de los sentimientos, es profundo, sacrificial, no espera nada a cambio.
El amor fileo es un amor relacional, recíproco, incluye amistad y afecto.
Eros es el amor romántico, erótico.

Si bien como cristianos debemos amar como amó Jesús, con amor ágape, la palabra de Dios en este pasaje dice que debemos aprender a amar a nuestros hijos y la palabra  que se traduce como amor es "fileo".

Si nos tienen que enseñar es porque tenemos que aprender. ¿Aprender a amar a nuestros hijos? ¡Tantas cosas por aprender en nuestro hogar! Esta es una más, una para nosotras, las mamás.
¿Por qué la Palabra de Dios usa la palabra fileo y no ágape? ¿Será que es natural que una madre ame sacrificialmente a sus hijos? ¿Será que debemos aprender a que, además de dar hasta nuestra propia vida por nuestros hijos, debemos amarlos tiernamente, afectuosamente, disfrutándolos? ¿Será que podemos aprender a amar incluyendo un profundo deleite en nuestro rol, brindando amistad, ternura, alegría y muestras permanentes de afecto?

Ser mamá es el trabajo más desafiante que podemos tener. Trabajamos todos los días, no hay fines de semana de descanso, no hay vacaciones ni posibilidad de renunciar. Requiere de nosotras sacrificio y trabajo duro, noches sin dormir, días sin parar, poner el cuerpo, el alma, el espíritu... Es un trabajo muy poco remunerado por la sociedad hoy, poco apreciado. Mucho del esfuerzo se hace sin que otros lo vean, lo aplaudan, lo valoren. Por esto, si bien nos es natural dar a nuestros hijos, amarlos sacrificialmente, también está el riesgo de resentir nuestro rol, de quejarnos de pequeñas cosas..., de sentirnos víctimas de nuestra responsabilidad..., de perder nuestro sentido de propósito... Y es muy posible perder el gozo de ser mamás.  

Me anima saber que hay lugar para aprender. Qué bueno saber que no estamos solas. Tenemos un Dios que es amor, que no solo nos llama a aprender a amar sino que nos enseña y nos da su amor tierno para compartirlo con nuestros hijos. ¡Qué necesario permanecer en Su amor! Además pone a nuestra disposición mujeres mayores que nos pueden enseñar.

Doy gracias a Dios por mi mamá, que como mujer mayor, me enseñó a amar a mis hijos y a disfrutarlos, a gozarme en ellos. Y lo hizo a pesar de no haber tenido a su mamá. La mamá de mi mamá murió a poco de que ella naciera...  De ella aprendí muchas cosas, pero sin duda lo más importante: A amar los hijos. A disfrutarlos. A demostrar ese amor.

Se que tengo la responsabilidad de enseñar a mis hijas a amar a sus hijos. Es mi oración que lo puedan aprender no solo de lo que yo les digo sino de cuanto yo las amo. Como me lo enseñó mi mamá.

5 comentarios:

  1. como me emocione amiga,precioso y tan cierto lo que compartis con sencillez,me re bendijo,sos una hermosa mama en cristo,doy fe de ello.

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  2. Hola Silvi, qué lindas palabras y con cuánto amor se nota que las has escrito, me encanta que tengas tan lindos recuerdos, vivencias y experiencias de mamá. Te mando un beso grande y te dejo un cuento que siempre me ha gustado, un abrazo, tu hermano y padrino Barto.

    Cuenta una antigua Leyenda , que a un angelito que estaba en el cielo le tocó su turno de nacer como niño y le dijo a Dios:

    - Me dicen que me vas a enviar mañana a la tierra,
    ¿pero, cómo viviré tan pequeño e indefenso como soy?.

    - Entre muchos ángeles escogí uno para ti " que te está esperando y te cuidara, le contestó Dios.

    - Pero dime, aquí en el cielo no hago mas que cantar y sonreír, y, eso me basta para ser feliz, dios Le dijo :

    - Tú ángel te cantara , te sonreirá todos los días y Tu sentirás su amor y serás feliz.

    - ¿ y como entender lo que la gente me hable si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres ?

    - Tú ángel te dirá las palabras más dulces y mas tiernas que puedas escuchar y, con mucha paciencia y cariño, te enseñara a hablar.

    - y ¿ Que haré cuando quiera hablar contigo ?;

    - Tú ángel te juntara las manitas, te enseñara a orar y podrás hablarme.

    - he oído que en la tierra hay hombres malos ¿ Quien me defenderá ?;

    - Tú ángel te defenderá aún a costa de su propia vida ,

    - Pero estaré siempre triste por que no te veré más, señor!

    - Tú ángel te hablara siempre de Mi y te enseñara el camino para que regreses a mi presencia , aunque Yo siempre estaré a tu lado .

    En ese instante una gran paz reinaba en el cielo , pero ya se oían voces terrestres y el niño, presuroso, repetía con lagrimas en sus ojitos, sollozando:

    - Dios mío si ya me voy, dime su nombre ,¿como se llama mi ángel?;

    Dios sonrió comprensivo y le dijo :

    Su nombre no importa, Tú solamente le dirás "MAMÁ"

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  3. Hola Silvina. Que tal? Que bueno que fue leer esto. Simplemente queria agradecerle por compartirlo. Ha sido una bendición y un desafío. Especialmente cuando habla de que a veces podemos llegar a resentir nuestro rol... y perder el gozo de ser mamá. Que Dios me ayude a disfrutarlo mas. Bendiciones!

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