jueves, 7 de junio de 2012

¿Enseñar..., nosotros?!?

Una de las cosas que la gente se pregunta cuando les contamos que nuestros hijos aprenden en casa es quién les enseña. ¿Tienen tutores o maestros que van a casa? Y la mayoría se sorprende cuando les contamos que nosotros, los padres, asumimos el rol de maestros.



Esto que hoy parece tan poco común, en otros tiempos era la norma. Hace relativamente poco tiempo que existen las escuelas como las conocemos hoy. Para la Argentina, quizá desde hace un poco más si lo relativizamos a la breve historia que tiene nuestro país. Pero en el mundo, los chicos no siempre se educaban en colegios formales como los que conocemos ahora... La educación siempre comenzaba en casa. Aún hoy, esto debiera ser así y por ende, nosotros, los padres debemos asumir esa tarea de maestros que es parte de nuestro llamado como padres. Es nuestro privilegio y responsabilidad enseñarle a nuestros hijos todo lo que sepamos, y aún más, estar en un continuo proceso de aprendizaje para ser modelo y ejemplo para ellos. Hoy muchos chicos dicen o piensan que sus padres no saben y de alguna manera desautorizan su rol de maestros pensando equívocamente que el maestro de escuela sabe más. Esto atemoriza a los padres. Y parte de una falacia. Todo padre es un maestro. Está llamado a enseñar.

Hoy quería simplemente animar a todos los padres y madres, educadores en el hogar todos ellos, hagan ¨homeschooling¨ o no, a escuchar el llamado de Dios para que enseñemos a nuestros hijos.

A nosotros, los padres, nuestro rol de maestros nos es dado por Dios. El es quién nos dice que debemos instruir al niño en el camino correcto (Proverbios 22:6), que debemos inculcarles sus palabras en todo momento (Deuteronomio 6:6-8) y quién aún le dice a nuestros hijos: ¨Hijo mío, obedece el mandamiento de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre.¨ Proverbios 6:20. En Proverbios 31 vemos un retrato de la mujer ejemplar. En versículo 26 dice ¨Cuando habla (la madre), lo hace con sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor.¨ Proverbios 31:6. Dios da por sentado que la madre y el padre son los maestros naturales de sus hijos. Y da por sentado que asumirán ese rol y lo harán en el marco del amor, el afecto y el respeto mutuo.

Dios nos da todo lo que necesitamos para enseñar a nuestros hijos. Somos los que mejor podemos nutrirlos desde el amor y el afecto, que son tan buenos ayudantes a la hora de fijar la atención y el conocimiento. Como padres, conocemos profundamente a nuestros hijos y podemos ayudarlos a sortear sus dificultades y a potenciar sus fortalezas.

Hoy me sorprende ver que mis hijos aprenden tanto, pero tanto, prácticamente solos. Con una mínima guía de mi parte. Quizás la enseñanza más activa de la cual participo es enseñarles a leer. Una vez que leen solos, ¡aprenden tanto más de lo que les puedo enseñar! Hoy nuestros hijos crecen con una infinita cantidad de información a su disposición. Nuestro rol no es solo enseñarles lo que sabemos, sino guiarlos en su proceso de encontrar la información que necesitan, ser ejemplos y modelos de personas abiertas al aprendizaje permanente, y ser apasionados por crecer en sabiduría y conocimiento. Despertar su interés y generar un clima donde aprender y enseñar es algo que se hace toda la vida, muchas veces en simultáneo. ¡Yo he aprendido tanto al enseñar a mis hijos! Diría que hasta más de lo que aprendí en el colegio...

Con lo cual animo a los padres a que no tengan temor de enseñar a sus hijos. Dios nos autoriza y nos capacita (ya escribiré sobre el modelo de maestro que es Jesús) para ser maestros idóneos para nuestros hijos.

Dicho esto, quiero a su vez agradecer a la multiplicidad de maestros, formales e informales, que tienen nuestros hijos. Cada uno ha sabido aportar algo diferente y ha complementado de manera variada la vida de nuestros hijos. Doy gracias a Dios por todos aquellos que colaboran con nosotros en el proceso de enseñar a nuestros hijos y le agradezco por haberme regalado el privilegio de enseñar a mis cuatro hijos.

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